Entre las aves más significativas destacaremos rapaces como el buitre leonado o el milano negro, mientras en los entomos ribereños o forestales no es difícil reconocer la estampa de mirlos, zorzales, trepadores o picapinos.
Caminando siempre por la ribera izquierda del río Yera, atravesando los cabañales de Horneo, Arejos, Los Praones y El enverao, llegaremos a un puente situado junto a los restos de un antiguo molino, vestigio de la importante actividad secular de aprovechamiento de la fuerza motriz del agua, en este caso para la molienda de cereales panificables de baja calidad. Será en este punto, donde el río Ajan cede sus aguas al Yera, donde el recorrido se adentra en la reducida y espectacular cabecera del Aján a través del Cañao de Aján. La vieja cambera empedrada, elemento básico en la articulación del cabañal, se acompaña de especies propias del bosque de ribera, como los sauces (Salix spp) o los fresnos (Fraxinus excelsior) dando paso pronto a un bosquete mixto más frondoso en el que conviven también avellanos (Corylus avellana), hayas (Fagus sylvatica) y robles (Quercus robur).
Tras un cómodo ascenso, acompañado de los espectaculares saltos y marmitas del río, se alcanza en El Mingán el punto culminante del recorrido. Aquí se aprecian los restos de los antiguos barracones de trabajadores de las obras del Ferrocarril Santander-Mediterráneo, símbolo histórico del aislamiento de la comarca. El objetivo inicial de aquel proyecto ferroviario implicaba a las provincias de Santander, Burgos, Soria y Zaragoza, y pasaba por construir una línea de vía estrecha que enlazara por el Este con la vía ancha del FF.CC Central de Aragón hasta Sagunto y Valencia, con el punto de contacto en Calatayud. El proyecto quedó incluido en el Plan de Ferrocarriles estratégicos y secundarios de 1908.
Santander perdía con Bilbao la batalla comercial del trigo y la lana castellanos. El puerto vasco contaba desde 1878 con instalaciones para un tráfico más seguro con barcos de mayor calado, y el anhelo santanderino pasaba por dotarse con un complemento a la vía finalizada en 1866 que unía desde Alar del Rey, el Canal de Castilla con el puerto de Santander. El proyecto, una vez aprobado, no pudo realizarse. En principio por el recelo de las empresas constructoras, más tarde por la Primera Guerra Mundial, que enfrió el proceso, y finalmente porque tras la Guerra los criterios ministeriales cambiaron por un supuesto interés militar que pretendía un ancho español para el ferrocarril, cuando buena parte de la obra estaba ya en construcción o terminada.
El nuevo proyecto debía pasar por Trespaderne para facilitar el enlace de la línea con Miranda de Ebro y conseguir un ferrocarril paralelo al valle del Ebro, pero no incluía ninguna alternativa.